sábado, 10 de mayo de 2008

BCN versus BCNLANDIA


Ayer, de vuelta de Sausalito, decidí hacer una escala con mi jet en BCN para visitar a mi viejo amigo Oriol en su torre de Montjuic. Afortunadamente para la ciudad, llovía más que cuando enterraron a Zafra- dicho popular que nunca he acabado de entender muy bien, seguramente por la frontera léxico- social-.

Aunque Oriol no es muy partidario de aventurarse más allá de la Diagonal, le convencí para cenar en el nuevo Citrus del Passeig de Grácia. Ciertamente, las obras han dado paso a un local más acorde con el disegny ecléctico que invade la ciudad. La carta no ha cambiado y se mantienen los platos habituales, bien hechos sin más. Sin embargo, si notamos una cierta economía en los contenidos que no se refleja sin embargo en la minuta final. En resumen, el Citrus continúa siendo una buena opción para comer dignamente a un precio un poco menos razonable.

La pega es su ubicación en pleno centro de Barcenolandia, ese parque temático que los sucesivos alcaldes han ido construyendo a partir del boom olímpico. Un parque temático atestado de ingleses borrachines que riegan cada noche del fin de semana la calle Ferrán con sus fluidos albiones, tudescos del Rhin que hacen las delicias de los baretos atracadores a mano armada de la Rambla, italianinis más desmadrados de lo habitual, agentes comerciales de la Coca Cola y la San Miguel que pululan por Plaza Cataluña, pandillas de inglesitas a medio hervir con zapato tacón de plástico y unas intenciones nada sanas y demás fauna que haría escapar al galope a Makinavaja.

Y es que la Ciutat Vella ya no es tan vella como la pintan. Y no es que Oriol sea un pijo redomado de la zona alta (que lo es sin duda). Lo que ocurre es que, poco a poco, han ido naciendo dos ciudades separadas por el límite invisible de la Plaza Cataluña o Mallorca a más tardar. La ciudad de los curritos y la del parque temático que se pone imposible a partir del jueves. Me temo que Zafón jamás escribirá algo sobre la ciudad contemporánea. No me extraña.

Pobre Oriol, no me quedará más remedio que invitarle este verano a mi chateau. Y es que antes, los barceloneses de pro peregrinaban cada verano a sus torres, casas, casitas y fondas de la zona alta. Ahora, ese es su último refugio de invierno.

¡Ah! ¿Dónde ha quedado el seny catalán?

Como dijo Ferrater Mora: La libertad no es algo que tenemos, si no algo que somos – o tal vez que vamos siendo -: estamos obligados a ser libres.

Me temo que los personajes como Oriol, barceloneses de toda la vida, cada vez se sienten más obligados a ser libres de Diagonal para arriba.

Buenas tardes y buena suerte

Ulises

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